Y EN SEVILLA DIERON UN CARAMELO
Hacia 1890 realizaba el pintor costumbrista sevillano José García Ramos uno de sus lienzos más populares referidos a la Semana Santa de Sevilla. "Nazareno, dame un caramelo" fue el título que le dio a una elegante representación de un nazareno de la hermandad de la Macarena que coquetea con un grupo de damas de la época.
Una imagen desenfadada y popular para la época de la definitiva popularización de algunas costumbres de la Semana Santa. ¿Fue la de la entrega de caramelos por parte de los nazarenos una de ellas? Es difícil decirlo con toda seguridad, ya que las fuentes históricas apenas no hacen mención alguna al origen de tan popular costumbre.
Está documentado en otras celebraciones de la Pasión, especialmente en el caso de Murcia, que la entrega de caramelos se popularizó por parte de los nazarenos como una más de las viandas de las que se abastecían a lo largo de la estación de penitencia. Lo que fue una entrega de aquello que sobraba se acabó convirtiendo casi en un fin en sí mismo. Aunque las fuentes son escasas en detalles, se conocen los excesos de disciplinantes (de luz y de sangre) a lo largo de los siglos XVI y XVII. Entre ellos estaría el porte de viandas y golosinas que se podían compartir a lo largo del camino.
Unos excesos contra los que se dictaron numerosas normas de control por parte de la autoridad eclesiástica y, especialmente en el ilustrado siglo XVIII, por parte de la autoridad civil, que prohibió disciplinas, flagelos y todo tipo de exhibiciones. De los caramelos no sabemos nada. El cuadro de García Ramos nos viene a confirmar que en las últimas décadas del siglo XIX, en consonancia con la reorganización de muchas cofradías, con el resurgimiento de cofradías populares y con la extensión del sentido festivo, la entrega de caramelos debía ser algo habitual.
A partir de entonces se uniría a todo un concepto iniciático de la Semana Santa, una vía de entrada de la infancia al misterio de la Pasión y Muerte de Jesús. Una costumbre que sobrevivió a modas y a crisis, a años de hambre y a años de opulencia. Sólo el fenómeno de las estampitas, reflejo de la celebración consumista-coleccionista que embadurna la Semana Santa en los últimos años, le ha hecho sombra. Pero el caramelo pervive. Un símbolo de la infancia. De ese niño en que nos convertimos al oír los primeros tambores. De esa vida que simbolizó Rafael Montesinos en uno de los mejores poemas escritos sobre la Semana Santa:
Manuel Jesús Roldán (Historiador)
Vuelve lo perdido
con las cofradías,
Mi alma no puede
con su Cruz de Guía.
Llevo en la garganta
saetas partidas,
y en la sangre el triste
tambor de otros días.
Calle de las Sierpes
por Cerrajería.
Nazareno negro
de la pena mía,
ya no hay caramelos
en tu canastilla,
ni gotas de cera
en mis manos frías.
Nazareno negro,
suéltate la hebilla
para que yo vuelva
a mis niñerías.
Una vida menos
por Cerrajería